El espejo primario de este telescopio espacial es su corazón. Y sus ojos. En un dispositivo tan complejo y avanzado como este hay una infinidad de elementos críticos que pueden provocar que el proyecto fracase si cualquiera de ellos falla, pero el colosal espejo primario de este observatorio tiene el papel protagonista.
Actualmente los técnicos de la empresa aeroespacial estadounidense Northrop Grumman están llevando a cabo la última inspección de este componente. Y cuando la terminen estará preparado para ser instalado en el vehículo que se responsabilizará de transportarlo hasta el espacio. Una vez allí el observatorio viajará hasta alcanzar su ubicación definitiva, en el punto de Lagrange L2.
A diferencia del telescopio espacial Hubble, que orbita a algo menos de 600 km sobre el nivel del mar, el telescopio James Webb permanecerá en una ubicación estacionaria en el sistema de referencia Sol-Tierra a aproximadamente 1 500 000 km de nuestro planeta. Esta enorme distancia no permite llevar a cabo modificaciones y reparaciones a posteriori, por lo que es imprescindible que todo salga como ha sido planeado para que el proyecto llegue a buen puerto.
Esta es la razón por la que los técnicos involucrados en su puesta a punto están revisándolo todo con una minuciosidad extrema. De hecho, el test que están llevando a cabo actualmente persigue simular una de las fases críticas en la puesta en marcha del telescopio espacial: el delicado despliegue del espejo primario en el ambiente de microgravedad al que estará expuesto durante su vida operativa lejos del abrigo protector del planeta en el que ha sido ideado y ensamblado.
En el primer párrafo de este artículo he utilizado el adjetivo colosal para describir el espejo primario de este ingenio espacial. Y me reafirmo. Para ponerlo en contexto únicamente tenemos que comparar sus 6,5 m de diámetro con los 2,4 metros del espejo del Hubble.
Ahí van más cifras interesantes: el espejo del James Webb está conformado por 18 segmentos hexagonales, y su enorme escudo solar de Kapton revestido de silicio y aluminio lo mantendrá permanentemente por debajo de los 50 kelvin (-223,15 ºC) a pesar de su exposición a la radiación solar.
El Kapton es un polímero desarrollado por la empresa DuPont en los años 60 que tiene una característica peculiar: su estructura se mantiene íntegra y estable en un rango de temperaturas muy amplio que se extiende desde los −269 a los 400 °C.
Además, cada uno de los segmentos está fabricado en berilio recubierto por una película de 48,25 g de oro, de ahí el bonito color dorado que podéis observar en la siguiente fotografía.
Si todo sale como está previsto, el próximo 31 de octubre las agencias espaciales estadounidense, canadiense y europea lanzarán en un esfuerzo conjunto este telescopio desde el Puerto Espacial Europeo de Kurú, en la Guayana Francesa. Y viajará a bordo de un cohete Ariane 5.
Crucemos los dedos para que todo vaya bien y durante los próximos años esta herramienta nos ayude a encontrar la respuesta a algunas de las preguntas que nos formulamos acerca de los confines del universo.
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